En mis anteriores artículos he expuesto la manera en que la erección del monumento a los Montejo en el llamado “remate” de la avenida o Paseo que lleva su nombre perpetúa de manera simbólica la discriminación hacia los mayas de Yucatán, y además consagra una versión histórica distorsionada y monoculturalista acerca de la “fundación” de Mérida, la de Yucatán.
Mercado Jo'-Mérida (CC) Hotel MedioMundo via Flickr. |
Creo que así fue como los gobiernos pos-revolucionarios y anti-“casta divina” de los años 30’s reaccionaron en su momento cuando decidieron cambiar el nombre al Paseo y llamarlo “Nachi Cocom”. El monoculturalismo hispanista nos cuenta que se trató de una imposición del monoculturalismo indigenista, imposición a la que “la auténtica ciudadanía meridana” reaccionó de manera clandestina y violenta, un hecho que sin empacho festeja el cronista Peón Ancona. Su crítica a esta imposición no le ha impedido, a su manera y en sus tiempos, promover también la imposición de una versión parcial y selectiva de la historia peninsular que pretende homenajear a los Montejo como los únicos e indiscutibles “fundadores” de Mérida.
Aquí hay que abundar en otras tergiversaciones que torpemente enarbola el cronista Peón para justificar esta imposición. Nos dice, por una parte, que se trata de pagar la deuda histórica que se tenía con los hacendados henequeneros que patrocinaron la construcción del Paseo, y que siempre quisieron ver construido el monumento a los Montejo. Se trata de “cumplir” una promesa de más de 100 años que hiciera el gobernador de la dictadura porfirista Guillermo Palomino. Este anacronismo reta cualquier esfuerzo de lógica política e histórica. Es como si las promesas hechas por los subalternos de los dictadores Franco, Batista, Somoza, Stalin, Ceaucescu, y tantos otros que han sido desplazados del poder por movimientos revolucionarios y democráticos, tuvieran súbitamente que cumplirse al pie de la letra.
Y si se tenía una “deuda histórica” que pagar a los hacendados que financiaron económicamente el Paseo, ¿qué hay de la deuda a los peones y sirvientes semi-esclavos de las haciendas, que fueron los que produjeron la riqueza con la que se pagó el Paseo? Recientemente, descendientes de esclavos en EE.UU. han demandado a las compañías cuyos recursos provienen de la venta y explotación de sus antepasados en el siglo XIX. Si la “deuda histórica” con los hacendados puede “cobrarse” con un monumento, ¿cómo la cobraremos los descendientes de los peones de las haciendas?
Otra de las justificaciones ilógicas (y por falsa, mal intencionada) que nos quiere vender el cronista es que “las naciones cultas y maduras” han erigido estatuas a sus conquistadores. Y cita los ejemplos de España, Francia, Inglaterra y Alemania. (El ejemplo que expone acerca de Alejandría, en Egipto, es no sólo anacrónico sino irrelevante para su propio argumento ya que esta ciudad ha sido conquistada innumerables veces después de Alejandro Magno, por los romanos, los persas, los franceses, y finalmente por los árabes que ahora la llaman Iskandariyya). Acerca de Alemania, no puedo aportar ningún dato. No conozco ningún monumento en Londres que conmemore o rinda homenaje a Septimio Severo, el "conquistador" de Britannia; la única estatua romana de un emperador que haya visto es la de Trajano que está cerca de la llamada “muralla de Londres” a ras del suelo y escondida en uno de los más recónditos pasajes de la estación del metro Tower Hill. París debe su nombre, no a los “conquistadores” romanos, sino a la tribu “indígena” gala de los Parisii. No conozco ninguna estatua dedicada a los conquistadores romanos de Francia en París, más que las que están en el museo de Louvre. Y por lo que respecta a España y los llamados "moros", estoy aún a la espera de que alguien me diga en dónde se localizan las estatuas dedicadas a Musa ibn Nusair, Táriq ibn Ziyad y Abd al-Aziz ibn Musa, las figuras más destacadas de la “invasión” y colonización musulmana de España. Esta justificación mentirosa de Peón es además insultante, ya que implica que si los mexicanos no erigimos monumentos a nuestros "conquistadores", esto quiere decir que no somos “cultos” ni “maduros”.
Otra de las endebles justificaciones para la erección de las estatuas montejanas es que era una contradicción que el Paseo careciera de un “debido homenaje” a quienes “le han dado nombre”. Bajo esa lógica también debiéramos erigir un monumento a Fidel Velázquez en la avenida que lleva su nombre. Sin embargo, y como reacción a las críticas que se han hecho, ahora los promotores de las estatuas nos dicen (como si se tratara de un juego de niños): “yo ya puse mi estatua, ahora pon tú la tuya”. Esto nos regresa al viejo juego de vencidas: a ver quién puede más, Montejo o Nachi Cocom.
Aquí se muestra, una vez más, la falta de “madurez histórica” del monoculturalismo hispanista que estriba en no saber (o más bien en no querer) reconocer la compleja, rica sí, pero a la vez dolorosa y festiva, explosiva y negociadora, conflictiva y adaptativa historia de nuestra región. Una historia que se revela al analizarla sin tener los lentes monoculturalistas puestos.
El riesgo, me parece, es responder al monoculturalismo hispanista con otro monoculturalismo indigenista, y dejar pasar así la oportunidad de replantear, de verdad revolucionar, nuestra manera de entender nuestra rica historia e identidad como yucatecos y yucatecas. La historia de Mérida-Tihó nos muestra que a pesar de ser imaginada como bastión del poder colonial europeo, desde muy temprano fue también una ciudad indígena y con el tiempo albergaría a una gran diversidad de grupos culturales. No sólo “los mayas” se volvieron habitantes de la “ciudad blanca” sino también otros indígenas del centro de México y los esclavos traídos de África. Con el tiempo, Mérida-Tihó (y el estado de Yucatán en su conjunto) se ha convertido en hogar y refugio de infinidad de comunidades y grupos culturales quienes han impactado y definido la vida política, artística y cultural de la región. Ahí están, por ejemplo, los yaquis, los coreanos, los chinos, los catalanes, los cubanos, los libaneses, y más recientemente, los llamados “huaches” y los estadounidenses.
Por lo tanto, mi propuesta es alejarnos de las narrativas monoculturalistas y avanzar juntos hacia una visión de Mérida-Tihó como ciudad intercultural. Esto no significa dejar de reconocer y denunciar que la contribución, la cultura, la lengua y los derechos políticos y sociales de los mayas en la capital (y en todo el Estado de Yucatán) siguen siendo sistemáticamente negados, invisibilizados, y conculcados en los albores del siglo XXI, como ya lo ha documentado el equipo Indignación.
En efecto, si bien es cierto que Mérida-Tihó es un espacio urbano multicultural, también lo es que cerca del 42.8% de su población era lingüística y culturalmente maya en 2000, de acuerdo con estimaciones de CONAPO. Esta presencia maya es, sin embargo, ignorada en el frenético transcurrir de la vida económica, política y cultural de la ciudad, como reconocía en 2005 el Dr. Luis Ramírez Carrillo al afirmar:
“Somos pues, una sociedad y una ciudad bicultural y bilingüe, aunque vivimos como si fuéramos una sola cultura. Y ocultamos las raíces mayas o las disfrazamos para el turismo, así como los problemas sociales de los mayas urbanos.”
Aquí insistiré, una vez más, en que esto se debe a la forma en que hemos leído y decidido representar la historia de Mérida-Tihó. Por lo tanto, (a pesar de no ser yo mismo aj Jo’, o “meridano”) me atrevo a sugerir que tomemos lo del monumento monoculturalista montejano como una oportunidad para:
a) Iniciar una campaña de difusión, discusión y análisis de la historia de la ciudad. Pero de la historia que hacen los historiadores y los arqueólogos, la que se hace de manera científica, acudiendo a las fuentes originales, e incorporando críticamente al relato histórico TODAS las voces de TODOS los protagonistas de la historia.
b) Que esta campaña sirva como base para iniciar una acción colectiva que demande el cambio del nombre del Paseo, de "Paseo de Montejo" a "Paseo de la Ciudad", o a "Paseo de Mérida-Tihó", o a "Paseo de Todas Las Meridanas y Todos Los Meridanos".
c) Que el cambio de nombre también implique un rediseño de la monumentalidad del Paseo, que incorpore críticamente la riqueza, diversidad y complejidad de la historia de la ciudad, desde sus inicios en el siglo III a.C., pasando por su esplendor como Ichcaansihó en el siglo VII d.C., su etapa como Tihó en el periodo anterior a la llegada de los españoles, su reorganización como Mérida-Tihó, hasta llegar a la ciudad afrancesada del siglo XIX y la ciudad multicultural de nuestros días.
d) Que la campaña también integre un componente que documente la discriminación, el racismo y las injusticias a las que son sometidos otros grupos sociales y culturales, como los mayas, los jóvenes urbanos, los homosexuales, los de religiones no cristianas (como los budistas), a quienes se les persigue, estigmatiza y discrimina en Mérida-Tihó.
Yo no soy aj Jo’ (meridano) sino como decía mi abuelo Justino un chan aj Kuuli’ (ticuleño) pero dada la gran influencia que los modos de vida e ideologías de esta provinciana metrópoli tienen sobre el resto de Yucatán, me atrevo a pensar que reconociendo la contribución multi- e intercultural de los distintos grupos que han hecho de Mérida-Tihó la gran ciudad que es, un mensaje muy importante se estaría dando a los otros enclaves de monoculturalismo, discriminación y racismo que existen en el resto del Estado, como Valladolid, Tekax, Tixméhuac, entre otros muchos que conozco personalmente.
Sin nombre (CC) Carl Shutoff via Flickr. |
Para concluir me gustaría pensar que hay un consenso básico entre varios de los actores sociales y políticos de la ciudad sobre la necesidad de generar un espacio urbano respetuoso de la diversidad y diferencias culturales de sus habitantes. En un reciente intento de unificar los esfuerzos de los distintos sectores sociales y productivos que conforman Mérida-Tihó, se formó una Fundación denominada Plan Estratégico de Mérida A.C. Dicha asociación generó a mediados de la década un interesantísimo documento denominado “Carta de los Derechos a la Ciudad de Mérida, la de Yucatán”. Uno de los derechos consagrados en este documento firmado, entre otros por el rector de la UADY, el del Tec, el secretario del FTY, la presidenta de la CANACO, el presidente de la CANAIRT, el de la Coparmex, entre muchos otros, es el derecho a la Identidad, que en uno de sus párrafos dice:
“El reconocimiento y promoción de la naturaleza pluricultural de la ciudad significa que, con el propósito de fortalecer la cultura de la diversidad y la tolerancia en el marco de la unidad, la acción de la autoridad y de sus instituciones debe realizarse sin hacer distinciones, ya que el desarrollo de la ciudad debe sustentarse en la pluralidad, entendida como convivencia pacífica, productiva, respetuosa y equitativa de lo diverso.” (énfasis mío)
Ojalá llegue el día en que todos los yucatecos y todas las yucatecas podamos apreciar y nos sintamos apreciados por nuestra contribución a la rica historia y diversidad cultural de la región. Ojalá la discriminación étnica, lingüística y cultural, que justifican la erección de estos monumentos al monoculturalismo sea algún día cosa del pasado.